Foto: Juanelo Lopez
Nota: Mundotoro
La Feria de San Isidro ha cumplido con creces y como nunca un objetivo al que el toreo debe aspirar. Visualizarse y ser permeable día a día en la sociedad. Que la ciudad hable de toros en todas partes y a todas horas, que esté presente en los espacios de los medios de comunicación al máximo nivel, llegando a públicos para los que el contenido taurino está vetado o sencillamente, no les llega. De todas las aportaciones de esta feria, ésta sería la clave. Porque sólo a partir de ella podemos razonar la asistencia masiva a la plaza día tras día. El éxito es comunicar y comunicar es llevar el toreo a su máximo alcance e impacto. El mensaje del toreo ha logrado un alcance masivo en Madrid desde la Gala de San Isidro el 1 de febrero. Y ese éxito de impacto mediático y social, beneficia al toreo en todo el país.
Dentro del ruedo, la feria puede narrarse desde los días de aburrimiento hasta los de gran contenido, con finales de Puerta Grande escasos. Los triunfos son tan importantes como necesarios pues provocan otra expansión del mensaje del toreo al copar portadas en todo tipo de medios. Desde el punto de vista mediático y de comunicación social, no es lo mismo ganar la Champions que quedar subcampeón, aunque sea tras un penalti injusto en contra. No es lo mismo que hayan embestido una docena de toros de bandera y que haya habido tan pocas “puertas grandes”. Aquí está el problema. Porque, objetivamente, sumando los toros de Baltasar Ibán, la Quinta, El Torero, FuenteYmbro, los de Santiago Domecq, Victoriano del Río, alguno de Alcurrucén y uno de Juan Pedro, más la corrida fuera de abono de Justo Hernández, nadie puede decir que no hayan embestido toros de bandera, que no se corresponden con las fotos de Puerta Grande de la Feria.
La potencia visual y comunicativa, la retroalimentación del toreo, nace de su resultado final. Estar “a punto de”, sirve de muy poco. Y esto nos hace reflexionar sobre el papel de Madrid con el toro y con los toreros, que, sumados al público, conforman la tauromaquia. Respecto al toro, es poco comprensible que, acabada la feria, los clubs ganaderos, sobre toro la RUCTL no tenga voz reflexiva. Primero para dar la enhorabuena a quienes de entre sus filas han echado grandes toros en un momento delicado del toro. Segundo para reclamar y hacer reflexionar qué pasa con los premios a los toros de bandera. Porque un premio a un toro en Las Ventas honra, da salud, revitaliza y comunica como en ninguna otra parte. Los toros no pueden hablar. Los ganaderos si, y sus instituciones, más. Pero acaba la feria y no lo hacen. Una batalla perdida que deja al toro en mal lugar.
En el cuanto a los toreros, de Las Ventas dicen que es la responsable de lanzar toreros. Borja Jiménez y Fernando Adrián, David Galván…ahí están. Con sus condiciones y realidad. Pero, después de Madrid, ¿quién será el encargado de lanzarlos al gran público para que alimenten las ferias del año? Para que lleven público a las plazas. Qué plan hay para rentabilizar sus triunfos. Porque, si salen de Madrid sin la capacidad total de tirar del carro de los carteles, o ilusionar en los carteles, dejamos todo de nuevo en mano de las figuras. Y a ellos en manos de volver, una vez más, a Madrid. Y aquí viene la segunda cuestión. Las figuras.
Esa visión de Madrid como lugar de lanzadera es inútil para el toreo sino es, también o más, el lugar (el único lugar) en donde las figuras pueden relanzarse. Con tantos años de alternativa, sólo los éxitos de las figuras en Madrid pueden reforzarlas de nuevo y crear, generar y sostener la ilusión, el afecto y el efecto en taquilla. Y eso no ha sucedido, por una u otra razón. Con el riesgo de provocar un efecto negativo en la retroalimentación del toreo: comunicativa, social y económicamente de cara al resto de la temporada fuera de Madrid, la ausencia de triunfos de las figuras es muy negativa.
Si somos sinceros, por una razón o por otra, esta ha sido la laguna real de la feria. Podemos dormirnos una y otra vez en el toro que no embiste, obviando la docena de toros de categoría que han salido al ruedo y muchos más que no ha sido “malos”. Podemos hablar de que el aburrimiento ha sido una nota común bastantes tardes. Pero estaremos dando vueltas a la nada. Porque de lo mediocre no se sacan analíticas. Preguntarnos que nos pasa arriba, en la pomada, en nuestra “Pasarela Cibeles”, la que vende el toreo. Preguntarnos hacia dónde va un toreo cuyas faenas son “avisadas” antes de tomar la espada, de tal forma que el ciclo ha sido increíblemente “avisado”.
Podemos obviar lidias espesas y largas en un ruedo inmenso tan lesivas y contrarias al toro. Podemos hablas de una deriva, formas y maneras alrededor del toro y tantas veces contrarias al toro. Podemos hacerlo para seguir hablando de lo que mejor se nos da: criticar sobre lo criticado. Pero las cuestiones de fondo seguirán ahí. El toreo ha de ser más ágil en el sentido de más breve, en el sentido de menos previsible, en el sentido de menos sabido a priori. Mas salvaje por menos controlado. Un toreo menos cartesiano, más a favor del toro, y por tanto, más a favor del público del espectáculo y de su vitalidad.
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