Por: Mundotoro
La próxima temporada, el 23 de junio, habrán pasado exactamente 20 años desde que Miguel Ángel Perera tomara la alternativa en Badajoz, un 23 de junio de 2004. Un torero que pertenece a la camada de toreros que se dieron a conocer cuando Enrique Ponce ya estaba en la cima y El Juli llevaba media década arrasando. Tiempos en los que el escalafón era como una dehesa bien plantada, con toreros (encinas) de distintas generaciones y antagonistas estilos. Desde Finito de Córdoba, hasta El Cordobés, desde Javier Conde con sus 82 corridas precisamente en 2004, hasta Jesulín, Manzanares y César Rincón, Joselito, Francisco Rivera, Padilla… y César Jiménez, que lideró el escalafón ese año con 104 corridas. Perera acabaría el año con 32 corridas de toros sumados todos los países.
Un ecosistema donde había muchas especies de toreros muy distintos en edad y estilos. Y una competencia muy grande. Se terminaba de pulir el toro que vemos hoy y el toreo daba un paso hacia adelante en perfección. En exigencia del trazo del muletazo. En obligación del toro y en el toreo en todas las distancias. Pero sobre todo, comenzaba a hacerse el toreo de enganchar, de evitar toques y sustituirlos con el cite más sutil de los vuelos de la muleta, acariciando el hocico del toro. Encontrar un sitio de figura y ser gente en ese contexto, era muy difícil. Hacerlo y hacer que dure 20 años es un milagro. Miguel Ángel Perera lo ha logrado.
Primero conviviendo y rivalizando con esos toreros que estaban y, más tarde, asumiendo que en esos 20 años llagarían otros con la hierba en la boca. Se puede decir que en los años de consolidación de El Juli hasta la irrupción de Roca Rey, Perera ha mantenido un sitio en la cima del toreo. Y eso sólo se logra creciendo y matizando las formas de torear. Del novillero que hacía cosas e intuía otras, pasando por los años de arrear hasta la consolidación de un toreo de reposo. Desde las líneas más largas y a veces rectas del trazo al trazo curvo de la flexibilidad del toro de hoy.
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